martes, 26 de octubre de 2010

Día de difuntos


   Ahora que se acerca el día de los muertos y los quiteños están adornando la ciudad para Halloween pienso en los diferentes modos en que las personas se acercan a la muerte. 
    En Costa Rica, a través de sus cementerios se intuye sencillez y seriedad. Sus lápidas son de azulejo blanco, limpias, humildes. El único adorno suele ser una cruz sencilla. Están ubicados en lugares visibles, cerca de carreteras, en el centro de algunos pueblos. Sin ocultarlos, ni encerrarlos, simplemente están allí.
   
   En España todas las ceremonias en conmemoración por los difuntos son como los campos santos: de granito, mármol y ciprés, con suntuosas y pomposas esculturas. Desordenados y solitarios. Amurallados y alejados del mundo vivo. El mismo día de difuntos los familiares llevan flores y rezan en silencio, con semblante grave y mucha solemnidad. Nada de festejos ni disfraces
     
   Las familias guatemaltecas pintan sus cementerios con colores llamativos, los llenan de alegres flores, y allí se reúnen para comer sobre las lápidas y festejar con sus familiares fallecidos en el día que vuelven a estar entre ellos. Fiesta y comida.
   
   Otro lugar interesante es EEUU donde la mayoría de los cementerios son sencillos pero no humildes, con cuidados jardines, pequeñas hileras de lápidas bien organizadas. La noche en que vuelven los muertos, son días de disfraces, golosinas y regocijo.
   
   También me llama la atención aquellos lugares santos que se han convertido en centro de peregrinación turística. En la Francia decimonónica se estableció por cuestiones de salubridad, y seguramente por estética urbana, que todos los campos santos debían estar a las afueras de la ciudad. Y pese a este intento por alejar a los difuntos, el cementerio de Montparnasse se ha convertido en una gran atracción parisina. Allí fueron enterrados poetas poeta, filósofos, escritores y políticos (Baudelaire, Beckett, Porfirio Díaz, Sartre, Guy de Maupassant) que todos los años atraen a cientos de viajeros.

   Como decía mi profesora de antropología “el modo en que un pueblo asume la muerte dice mucho de su cultura”


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