domingo, 29 de junio de 2014

¿Es la monarquía española democrática?

   En estos días de abdicaciones y coronaciones Javier Irastorza, Jesús Rodríguez y yo hemos entablado un debate sobre si la monarquía es democrática o no. Con su agudeza habitual Javi nos recomendó este artículo ¿Son las repúblicas más democráticas o más progresistas? del politólogo José Ignacio Torreblanca. El autor afirma que: “Ninguno de los índices que manejamos los politólogos sobre democracia (...) considera la forma de gobierno como un mérito o demérito a la hora de evaluar la democracia. Hasta ahí podría tener razón pero creo que ignora varios aspectos esenciales por los que en España muchos no concebimos que la monarquía sea democrática. Con este texto espero demostrar que no todas las personas republicanas respondemos a la comodidad de la fórmula que da el académico: República = Democracia = Izquierda” y su contraria: “Monarquía = Autoritarismo = Derecha. Todo esquematismo es una coartada para no tener que pensar. Este caso no es diferente”, en realidad, respondemos a unos principios meditados, a una historia estudiada y a una memoria que perdura.

   Comencemos con las definiciones de ambas palabras. Etimológicamente monarquía significa el gobierno de uno solo μονος (mónos): ‘uno’, y αρχειν (arjéin): ‘gobierno’. Dice la RAE: forma de gobierno en que el poder supremo corresponde con carácter vitalicio a un príncipe, designado generalmente según orden hereditario y a veces por elección. En contraposición democracia se define como: Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. De entrada no suenan muy compatibles.

   Repasemos ahora brevemente la historia de las monarquías occidentales desde la creación de la mayoría de los estados europeos para entender porque el caso español es especialmente hiriente. Durante la Edad Moderna las monarquías medievales (generalmente electas, inscritas en un contexto permanentemente bélico y herederas del derecho romano..) evolucionan hacia el autoritarismo (Carlos V, Enrique VIII...) dejando atrás el concepto de primus inter pares y, de ahí, al absolutismo (forma de monarquía en la que el rey es el estado y sólo debe responder ante Dios) con su máximo exponente en Luis XIV de Francia.

   El Antiguo Régimen, como se conoce historiográficamente a este periodo, termina con las revoluciones liberales cuyos resultados fueron muy variables ( la Commonwealth de Oliver Cromwell, Revolución francesa, Independencia de los Estados Unidos, Constitución española de 1812...)
   A diferencia de otros países donde el parlamento, el estado o la propia población del país aceptaron a sus monarcas y los incorporaron a sus nuevos sistemas democráticos, en España no fue así. Siglos después, y con los sucesores del Rey Sol en nuestro trono, el pueblo español se levantó en múltiples ocasiones para tratar de derrocar a los Borbones. Incluso se promulgaron varias constituciones más o menos democráticas. Hasta que finalmente en febrero de 1873 Amadeo I de Saboya abdica, instaurándose así la I República española. Fue un golpe de estado de Martínez Campos quien acabó con ella y comenzó la Restauración borbónica. Es decir, fueron los militares y no la población quienes terminaron poniendo al rey la corona.

   Pero nuevamente la mayoría habló y en las elecciones municipales de 1931 los republicanos arrasaron en las principales ciudades del país. Los acontecimientos que continuaron al plebiscito se zanjaron con la marcha de Alfonso XIII, sin abdicar, y la instauración de la II Republica española. Como todos sabemos, aunque algunos parecen olvidarlo a veces, la II República finalizó con el levantamiento militar del dictador fascista Francisco Franco. Alfonso XIII apoyó el golpe de estado, dijo ser “un Falangista desde primera hora” y siempre mostró su cariño con cartas y regalos al dictador. Espero que esto responda a la pregunta de Torreblanca “¿La España de Franco: qué era?, evidentemente no era una democracia ni una monarquía porque hay otras formas de gobierno, como por ejemplo, las dictaduras.

   Continúa Torreblanca alegando:Que una institución no esté elegida directamente por la ciudadanía simplemente quiere decir que, por la razón que sea, pero de forma democrática, se ha decidido preservar a esa institución”. Puede que así sea en el caso de Suecia u Holanda pero no es el nuestro. Recordemos que el, hasta hace poco, rey de España Juan Carlos I fue proclamado el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte de Franco, de acuerdo con la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947. Es decir, era el sucesor elegido y designado por el Generalísimo .

   Y ahora voy a tratar de aclarar por qué para “una parte importante de la izquierda española” la República se asocia con la libertad, igualdad, justicia social, etc.. “mientras que, por el contrario, a Monarquía estaría asociada a autoritarismo, inequidad, etc.” (palabras textuales del profesor) . Uno de los máximos ejemplos de la desigualdad que suponen los soberanos en España es que seguimos con la Ley Sálica para arriba y para abajo desde el SXIX, una legislación que discrimina abiertamente a las mujeres. ¿Qué ocurriría si a cualquier española de a pie la quitaran su herencia a favor de su hermano menor por el mero hecho de ser mujer?.

   Y, ya que tratamos este tema tan decimonónico de la equidad, me ha resultado muy interesante este artículo sobre la opinión Baltasar Garzón acerca de la cuestión del aforamiento del rey Juan Carlos y la desigualdad ante la ley que significa: Critica la “reforma exprés” para aforar al rey Juan Carlos. Nada puedo añadir yo a este asunto.

   Por último me gustaría saber por qué el citado autor cree que necesitamos un Jefe de estado cuando dice: “Pocos de los que piden la República en la calle estos días parecen pensar en cuáles serían los costes de una jefatura de Estado politizada. ¿Imaginen que proclamamos la República y en una elección a dos vueltas gana el candidato del Partido Popular, Esperanza Aguirre, por ejemplo? ¿O Pablo Iglesias?”. Ninguno. Creo que tenemos políticos, representantes y burócratas más que suficientes.


   En resumen, un cargo público hereditario, restaurado por el fascismo, machista y que justifica la desigualdad ante la justicia ¿es justificable?

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